miércoles, 17 de marzo de 2010



Senegal, at last. Is like getting land on a different planet. Here ends up the desert and starts the malaria disease. But on top of it, it is the end of the hostile feeling. Mauritania was unfriendly but here is the happy and colourful Africa. And there is good beer, sexi women and strong men. The city of San Louis was French, so it is like a old African New Orleans. Its full of life. I hope be arriving soon to my goal: Dakar.


Senegal, por fin. Es como cambiar de planeta. Se acabó el desierto. El río marca la frontera entre el Sahara y la humedad tropical. También es la frontera de la malaria. Pero sobre todo la frontera de la hostilidad. Senegal es el África alegre y colorida. Senegal es el país de la cerveza La Gazele, de las mujeres en pantalones ajustados y de los hombres fuertes y atléticos. San Louis es un caos polícromo y animado. Las calles son un mercado, un ágora y un zoológico. Cruzo el puente de hierro y entro en la ciudad vieja. Es como un Nueva Orleáns africano y abandonado. Está lleno de vida. Pronto espero llegar a la meta: Dakar.



En Roso me desvío hacia la pista de Diama, que va paralela al Río Senegal. 90 km bastante divertidos. Hay que pasar un parque nacional que en realidad es un impuesto de 3000 guías, unos 10 euros. Luego, la frontera mauritana. El tipo de aduanas pide 3000, que parecen legales. El policía otros 3000, pero estos no son legales. Es del Barça. Para cruzar la presa y entrar en Senegal, se paga un euro y medio. Luego el seguro, 25 euros, el passavant para la moto, unos 10 euros y el poli que pide por la cara otros 10. Si quieres se los pagas y pasas rápido, si no, te cruzas de brazos y te lo tomas con calma. Por ahí pasan cientos de europeos que van a Dakar, o sea, que nos conocen de sobra.


Nouakchott es una ciudad sobre arena de playa. El suelo está lleno de conchas. Aquí hubo un mar antes de una república islámica. Una mala república islámica de gente hostil y malencarada. He viajado por otros países islámicos y nunca había sentido este rechazo. En Siria, por ejemplo, la amabilidad de la gente es apabullante. Los mauritanos no me parecían amables. En el albergue Sahara había tres rusos con resaca. Les conté que había estado recorriendo Rusia en moto y al final cedieron en su antipatía eslava. Vivían aquí. Dios sabe haciendo qué.



Entonces oí un ronco rugido de motor diesel. Un trailer desvencijado con los colores rojos de Coca Cola apareció del norte. Cuando el conductor bajo le pregunté si iban a Nouakchott. Me pidió unos 60 euros. Le hubiera dado lo que me hubiera pedido y dos besos. En la cabina iban cuatro mauritanos negros. Entre todos subimos la moto. Cuando me alejé vi una absoluta expresión de estupor y desolación en el careto de los hijos de puta de Malí. Incluso los berebere mauritanos estaban contrariados de que me escapara entero y sin problemas.



Estas razones sirven siempre y cuando de los que te tengas que preocupar sean auténticos terroristas. El problema es si te quedas mucho tiempo parado en un lugar con gente aburrida a tu alrededor. Entonces le das una oportunidad a tres cretinos sin cerebro para hacer demasiadas cábalas sobre la posibilidad de sacar alguna tajada del regalo que Alá les ha puesto en bandeja en forma de occidental en apuros. Eso sí me da miedo. Los peores crímenes son los perpetrados por aficionados. La película Fargo lo demuestra. Estando en aquella gasolinera sin ningún amigo, pues los berebere eran bastante hostiles, y con tres enemigos sin el cerebro suficiente para valorar las consecuencias de sus actos, me encontraba en la peor situación posible. He cruzado suficientes países como para hacerme una idea no paranoica de cuando estoy en peligro. Lo esencial cuando se viaja en solitario es saber distinguir los buenos de los malos, y de éstos, alejarse lo más rápido posible. Pues bien, aquellos tipos eran malos pero yo no podía irme. Tal vez sólo quisieran robarme, pero tampoco me apetecía esa fiesta.

No soy un temerario. Decidí cruzar Mauritania porque había varías buenas razones para no ser víctima de un secuestro, una técnica y otra estratégica. La técnica es la velocidad. Un motorista solitario apenas llama la atención. Una caravana solidaria sí. Van trompeteando su presencia. Pero yo cruzo como una exhalación. Cuando el malo de turno se quiere dar cuenta, estoy a cientos de kilómetros. Un secuestro no se improvisa, se prepara a conciencia. En cuanto a las estratégicas, teniendo en marcha una negociación al estilo africano, no es probable que se alteren las posiciones de los negociantes dándole una patada a la tetera. El gobierno español compra y Al Qaeda vende. Tras un gesto de buena voluntad como es la liberación de una secuestrada, no es de prever que secuestren a otro español; eso supondría una revisión súbita de posturas en el bazar.



Recomendación. Hacer esta parte del camino siempre con gasolina suplementaria. No es buen sitio quedarse tirado aquí. Si me pasó a mí le puede pasar a cualquiera. Inmediatamente siento que no soy bien recibido. Tres negros de Malí empiezan a mirarme y hablar en su lengua. Hablan de mí. Este trío de soplapollas lo que ve cuando me miran son cinco millones de dólares. Saben que tengo que pasar la noche aquí y están planeando algo. Es evidente. El africano negro no es muy bueno maquinando, se le nota todo.



Mauritania es el desierto de las películas. El del mar de oro. El de los secuestros. El de la falta de gasolina. Sabía que en dirección Nouakchott había una estación de servicio a 300 km de la penúltima gasolinera marroquí. En la de la frontera no había super, Llegaría por los pelos. A punta de gas sufriendo un calor espantoso, divisé el logotipo de Total, la petrolera francesa. Es una gasolinera con cafetería y tienda. Un apeadero obligado de autobuses. Cuando llegué, me dijeron que se había acabado la gasolina. Son las cinco de la tarde.

1 comentario:

  1. Your travel experience has helped across Mauritania.... give me some advice for dealing with corrupt dictators.

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